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2 ene 2011

¿Fascismo sui generis? Por: Domingo Alberto Rangel.



¿Fascismo sui generis?
Domingo Alberto Rangel* / El Carabobeño (Venezuela) - 26/12/10


El culto a la personalidad del comandante Chávez entre los bolivarianos es algo grotesco. Como el comandante Chávez no tiene una personalidad grandiosa y su modestia intelectual es más que notoria, aparte de que sus virtudes militares son discutibles, le vienen montando un culto de la personalidad que resulta ridículo. Aunque la personalidad del comandante Chávez no pasa de lo que es usual en Venezuela, o sea nada extraordinario, un conspirador como se consiguen por canastas en los predios de esa actividad, hacer de éste un bisoño conspirador ha sido obra de factores objetivos, más que de rasgos o fuerzas subjetivas. Chávez, no lo olvidemos, encontró el petróleo al tomar posesión de la Presidencia, en nueve dólares el barril. Y hoy, en medio de una recesión internacional que no ha sido superada del todo, oscila entre setenta y cinco y ochenta dólares.

El régimen que preside el comandante Chávez no es o no pertenece al campo de la democracia representativa tal como esta se practica en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. No es tampoco la tiranía tradicional venezolana o latinoamericana. Nunca habíamos tenido un régimen que revistiera las características del que nos ha gobernado en los últimos once años.

Porque el régimen del comandante Chávez está emparentado con íntima consanguinidad con el fascismo europeo. No reproduce este régimen todos los rasgos que distinguieron al fascismo, pero su parentesco genérico con el fascismo es evidente. A ratos, por el carácter subdesarrollado de la cultura política de Venezuela, a ratos por lo pintoresco que son nuestros militares, el régimen se aparta de la matriz europea que lo califica, pero retorna a ello en cuanto cesan las influencias que hayan engendrado la perturbación o el alejamiento de su matriz histórica.

Ante todo, entre el régimen venezolano y el fascismo europeo media el lazo de unión, la matriz histórica inherente al culto de la personalidad. Ningún sistema de gobierno abusó hasta lo inconcebible como lo hizo el fascismo, del llamado culto a la personalidad. El camarada Stalin fue discreto y moderado en la URSS cuando exacerbó aquel culto a la personalidad que a ratos provoca calificar de fascismo rojo; pero palidece ante el culto que es inherente, que galopa sin rienda ni freno por los llanos de la historia cuando una tendencia, un partido o una corriente ideológica de signo fascista se apodera del mando en cualquier país.

Salvo la creación del mundo, las ideologías fascistas atribuyen al jefe del partido los milagros, hazañas y otros hechos extraordinarios que en la Biblia están repartidos con democrático igualitarismo. A Mussolini y a Hitler les atribuye la ideología fascista el milagro de la resurrección de Lázaro, el milagro de la multiplicación de los peces y de los panes y el milagro de haber detenido la marcha del sol. Es una táctica manera de competir con Jesucristo, quien por lo menos confesó que su reino no era de ese mundo. Al fascismo diviniza al jefe del partido con miras a hacer de él una especie de deidad insoportable.


El gobierno bolivariano ha sido el más inepto y el más corrompido de los últimos cincuenta años. En cuanto a moral pública, hoy la Constitución no escrita del país prescribe dos preguntas para toda relación con el Estado: "¿Cuánto hay pa´ eso?" "¿Y cómo quedo yo allí?" son dos preguntas sacramentales que escucha toda persona que proponga un negocio al Estado. Yo no quiero ofender, pero si Al Capone tomara el poder en Chicago, no habría hecho un gobierno muy distinto en lo moral a lo que es el gobierno bolivariano de Venezuela.

Para ocultar, disimular o enterrar las úlceras morales del gobierno, tanto los órganos del Poder Público como los amigos de la boliburguesía ladrona y trepadora, plantean un anti-imperialismo hecho para suscitar polémica con los Estados Unidos que al escandalizar silencia cualquier polémica que sea la que provenga de tal enfrentamiento.

Anti-imperialistas de manos sucias, los bolivarianos pretenden equipararse con lo más audaz y eminente del pensamiento de la izquierda contemporánea. Por fortuna, ya los círculos más avanzados en Europa y América han aflorado con exacta vara de medir la distancia que media entre la teoría y la práctica cuando el Estado sufre el asalto de una turba de abusadores. Teoría de Lenin y práctica de Lucky Luciano, tal es la contradicción. Vayan a La Lagunita y pregunten quienes son los vecinos recién llegados a tal urbanización. Los nombres equivalen a un acta de acusación criminal contra buena parte del actual elenco gobernante.

Venezuela ha tenido siempre una fatal debilidad por los caudillos. No en vano Andrés Eloy Blanco dice en los más tiernos y conocidos entre todos sus versos:
Dos hijos se te murieron, Los otros dos se te fueron Detrás de un hombre a caballo.

El culto al caudillo, la rendición de la masa popular que a través de la hazaña es llevada a respaldar causas que no son y no pueden ser las suyas, constituye un rasgo esencial de la historia de Venezuela. Aquí, la clase dominante se ha valido del caudillo, en Colombia del letrado, en definitiva, han amarrado en ambos países a la masa popular.

En Colombia subordinaron a las masas con la filosofía de San Agustín o de Kant, aquí con las coplas de Florentino Coronado. Hay una diferencia sustancial en el plano cultural, quien lo duda, pero en el plano político es lo mismo sucumbir a un filósofo de la Universidad de Heidelberg en Alemania, que caer rendido a los pies de un cantador en el viril arte del contrapunteo

Chávez por fortuna, preludia la decadencia del caudillo. No caerán los caudillos para siempre. En realidad la historia no admite estas posiciones categóricas que se resumen en el ser o el no ser. Aunque en definitiva, es lo mismo ser explotado o vejado por un antiguo alumno de la Universidad de Harvard que por bachiller de liceo provinciano, por lo menos el egresado de Harvard deja "curtura" como llamaba el general Juan Sotillo al saber culto